domingo, 27 de noviembre de 2016

Feliz año nuevo, hermanos.

Acostumbrados a noticias como el inicio del año chino y algunos acontecimientos similares en distintas partes del mundo, puede que pase el primer día del calendario católico, hoy. Tal calendario se denomina “calendario o año litúrgico”. Y sí, empieza hoy, primer domingo de Adviento. Es una fecha móvil, así que no cuentes que para el año sea el mismo día. ¿Cómo saberlo, pues? Cuenta cuatro domingos antes de Navidad y tienes el Adviento, las cuatro primeras semanas del año litúrgico.

Estas semanas son preparación para la Navidad. Dos Tiempos fuertes a nivel litúrgico, lo que significa que concentran el Misterio de modo sublime. Tampoco hay que pensar que la liturgia distingue estos tiempos fuertes de otro que sería “débil”. Se les conoce así por una concentración especial en la profundización y relación con Cristo. Bien, como detalle, los tiempos que les dicen fuertes son cuatro y ocupan como la mitad del año litúrgico. La mitad son preparaciones y los otros dos el despliegue festivo de momentos centrales de la vida de Jesucristo. El Adviento prepara la Navidad, fiesta del nacimiento, mientras que la Cuaresma lleva a la Pascua, luminosa celebración de la resurrección.

Algunas festividades tienen días fijos y otras se mueven al compás de sencillas reglas numéricas y astronómicas. Si los cuatro domingos anteriores a Navidad son los de Adviento, la Pascua viene a ser el domingo tras el primer plenilunio de primavera. Las reglas llevan a simbolismos como el de los cuarenta días cuaresmales, recordatorio, entre otros, del recorrido por el desierto por parte del pueblo elegido.

La cronología no es lo fuerte cuando se habla de este tipo de calendario. Lo que interesa no son una serie de fechas sino acontecimientos que trascienden la historia y llegan a nosotros para conceder bendición. Claro, la cronología no se elimina sino que se supera y aúpa a sus máximas posibilidades. Este calendario no se reduce a cronología sino que es kairología, ya no es solo tiempo sino tiempo de salvación.  El centro es Cristo y su buena Noticia. Esta sucede en la historia, al haberse encarnado el Hijo de Dios, pero no se queda en el pasado, no se limita a un pasado que hoy solo se recordaría. Por eso las expresiones hablan de "conmemoración", ni repetición o representación sino presencia actual, real.

El año litúrgico podría representarse como una espiral o círculo que parte y regresa a Jesucristo. La fiesta principal es la pascual, alrededor de la que surgen otras como las dedicadas a la Virgen, los ángeles, los santos,... Todas son participaciones de la iluminación de Pascua. Una primera impresión es la donación, la gracia divina que antecede a la voluntad humana. Pero no es un monólogo de Dios consigo mismo sino que es Palabra que busca el corazón humano. Así, el calendario de la Iglesia no es una simple colección de celebraciones sino una convocatoria a participar de algo mayor que uno mismo pero en sintonía con mi interior aspirante a Dios.

El círculo dinámico de este particular calendario implica una llamada y pide una respuesta para que su desarrollo  no sea depósito dogmático o historia de unos textos y sus interpretaciones. Acapara la vida, no solo una parte sino toda una vida. Pidiendo todo da mucho más. El año litúrgico puede llevar  a  cambios, lejos  de las típicas buenas voluntades de primeros de año civil sin mayor repercusión luego. De primer domingo de Adviento a la fiesta de Jesucristo, Rey del universo, se desarrolla todo un año con lecturas diarias, oración, modelos de distintas épocas y modos de vida, comunidad y soledad,...

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